Reflexiones inesperadas dentro de una cuarentena extendida

Nivel Primario

Reflexiones inesperadas dentro de una cuarentena extendida
Lic. Silvina Ferreyra


La extensión de la cuarentena hace caer la expectativas de una pronta normalización de nuestras vidas y con ello surge la incertidumbre y la urgencia de iniciar, para quienes no tengan este hábito, un vínculo con las emociones menos agradables, aquellas que generalmente se tratan de evitar, controlar o reprimir.
Angustia, ansiedad, intranquilidad, aburrimiento, frustración. Estas como otras gamas de emociones que nos ponen en tensión o en incomodidad nos provocan sensaciones que nos visitan con frecuencia en estos días en los que no podemos traspasar la puerta de nuestra casa.
A esto se suma la permanencia de madres y padres, administrando el rol de los docentes, a medida que pasan las semanas los temas se complejizan y el cansancio, en el desarrollo de multitareas, nos genera mayor incertidumbre y agobio.
Como en todas las experiencias de la vida, existe en ésta un aspecto sombrío y uno luminoso. Lo que acabo de describir es la sombra que aparece pidiendo ser integrada o iluminada en medio de una crisis y para ello cada situación presenta un camino único y desafiante de la mano de las historias singulares que constituyen nuestra emocionalidad.
Dentro de lo luminoso surge, según mi perspectiva, el valor del aporte que realiza la educación escolarizada. La escuela como ámbito de aprendizaje y de socialización, el lugar donde se materializan gran parte de los avances en el aprendizaje intelectual y social.
Para los adultos nos resulta un alivio, muchas veces, contar con la colaboración, la mirada y el aporte de los docentes tanto en relación con el contenido como en relación a la crianza.
Que aprendan un rato con nosotros y otro tanto con la seño nos descansa en la responsabilidad de que puedan incorporar un contenido, cualquiera que sea, y por otro lado nuestros hijos e hijas reciben la afectividad, la organización, las normas, los límites de otro adulto que con suerte, resuena con lo que a diario intentamos ofrecerle como espacio de confianza para que se desarrollen.
Desde la vivencia de adultos, que los más pequeños vayan a la escuela, nos genera un tiempo libre para ocuparnos de nuestras responsabilidades, recreaciones y momentos de soledad. Hoy estamos obligados a la permanencia plena, a una convivencia de 24 horas por 7 días a la semana con la obligación de tener que administrar todo en un mismo espacio.
Ir a la escuela para los niños y niñas significa poder salir de casa a un espacio de expansión y juego con otros de la misma edad, un hábito cotidiano que los llena de experiencias emocionantes y alimenta las motivaciones, los pone en situación de vincularse con otros adultos, con situaciones únicas que nunca vivirían en casa.
No es lo mismo mirar a los amigos por la pantalla que salir corriendo al patio sabiendo que los espera una carrerita, un tejo, la pelota, una merienda compartida donde comerán las galletitas de chocolate junto con las saladas que trajeron de casa y ese jugo de naranja que nunca falta haciendo en la panza una mezcla inigualable de sabores y sensaciones propias de los banquetes improvisados que suceden en los recreos.
Crecer, implica para los niños y niñas, transformarse en la convivencia con los adultos y a medida que la infancia transcurre y también la adolescencia, explorar el mundo de la escuela es mayormente el viaje más seguro que pueden hacer en la aventura de evolucionar.
Los vínculos en la convivencia siempre están cargados de emociones e historias, por este motivo el intercambio con otros adultos, distintos a papá y mamá, como son los docentes, les trae la expansión, nuevos modos de vincularse. Y a nosotros, las madres y los padres, no ayuda a reflexionar y aprender cómo otros adultos se relacionan con nuestros hijos e hijas.
Educar junto a la escuela nos da una alternancia en el sostenimiento de las emociones difíciles y, muchas veces, nos muestran nuevos modos de entendimiento para una evolución conjunta, de grandes y chicos.
Ampliar la cuarentena nos lleva a replantear los modos de transitarla, contamos con las posibilidades que cada uno de nosotros desarrolle abordando la complejidad de estar encerrados, frustrados, preocupados. Se abre una nueva etapa que demandará a los adultos el gran desafío de, a pesar de esta adversidad, abrir espacios de confianza donde niños, niñas y adolescentes puedan sostener la alegría, el entusiasmo y la sensación que la vida está en movimiento.

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